lunes, 6 de junio de 2011

SAN JAVIER/ Lo que el cierre de Los Arcos se llevó

El traslado del hospital Los Arcos desde el paseo de Colón de Santiago de la Ribera hasta la pedanía de Pozo Aledo no cesa de provocar todo tipo de controversia en determinados sectores laborales y económicos de San Javier

La Opinión
MARÍA JOSÉ MARTÍNEZ GARCERÁN Una decisión con muchos detractores. Si por un lado, los trabajadores y los usuarios del nuevo hospital se quejan de las tarifas de las escasas plazas de aparcamiento, de las pocas líneas de autobuses que llegan hasta la antigua finca Torre Octavio y de los precios de la cafetería, los comerciantes que sobrevivían gracias a los visitantes del antiguo centro se quejan amargamente de la «ruina» que ha supuesto el cese de la actividad sanitaria, que les permitía sobrevivir con dignidad durante los largos meses del invierno.
La tienda que vende prensa, tres restaurantes, dos cafeterías, una farmacia y una ortopedia componen el ‘centro comercial’ generado alrededor del hospital Los Arcos desde que la Comunidad Autónoma lo adquiriera a principios de los años 90. Ubicado en una zona eminentemente turística, repleta de chalets, edificios de apartamentos y dúplex, que fuera de la época estival se queda prácticamente vacía, los familiares de los pacientes del hospital daban vida, movimiento y, sobre todo, dinero a los pequeños comercios que han visto seriamente mermada su facturación desde el pasado mes de marzo.

El caso más dramático es el de Prudencia Mérida, que regenta la tienda de venta de periódicos, ubicada frente a la entrada posterior del 
hospital. Este pequeño comercio ha sido el refugio y el principal suministrador para los familiares de los hospitalizados, que solo tenían que cruzar los escasos dos metros de anchura de la calle salón para adquirir las revistas, los libros de crucigramas o las novelas románticas y del oeste que tantas horas de espera han aliviado en las habitaciones del hospital que atendía a pacientes de los municipios de Torre Pacheco, Los Alcázares, San Javier y San Pedro del Pinatar.

Pero el establecimiento de Prudencia es mucho más que eso; allí se venden productos de perfumería, mercería, papelería, así como camisetas y artículos de playa y de regalo, que evitaban que los visitantes del hospital tuvieran que desplazarse a otras zonas del pueblo.

El cierre del hospital ha sido casi mortal para el pequeño comercio, ya que la caída de las ventas ha sido «del 90%», según reconoce su propietaria. «Pasar de vender 50 periódicos diarios a que te pidan cuatro o cinco, con un poco de suerte, solo se puede calificarse de dramático», comenta.

El pesar de Prudencia se agudiza con la bofetada moral que le ha supuesto que no le hayan aceptado su solicitud para vender los periódicos en la galería comercial del nuevo hospital Los Arcos. 

Más suerte ha tenido la ortopedia San Andrés, que sí ha logrado la contrata para ubicarse en la galería comercial del nuevo hospital. Estos días ultima su traslado mientras atienden a los clientes que a partir de ahora tendrán que desplazarse hasta Pozo Aledo para comprar las prótesis.
La farmacia es otro de los establecimientos que ha sufrido el impacto del cierre, aunque en menor medida. Es la única que abre las 24 horas en la zona del Mar Menor y hace un par de años amplió considerablemente sus dimensiones, que incluyen un apartado de ortopedia. 

Menos menús
De desesperada también se podría calificar la situación del mesón cafetería ubicado junto a la tienda de Prudencia. Su propietario ha optado por cerrar hasta que empiece la temporada de verano y en septiembre también tomará la decisión de seguir con el negocio o tratar de traspasarlo. 

Hay otro restaurante oriental que ofrece comida hindú, italiana, pizzas y kebab, con servicio a domicilio, que igualmente se ha visto perjudicado «sobre todo en invierno, ya que teníamos muchas visitas de familiares de los pacientes que ahora ya no tenemos», asegura uno de sus 
propietarios.

En el extremo opuesto, el mesón El Pescador, especializado en arroces y platos del Mar Menor, cuenta con la misma clientela de siempre y no se ha resentido en absoluto del cierre hospitalario. «Yo he tenido suerte y no lo he notado, mis clientes vienen a tomar las tapas y, los fines de semana, a degustar un arroz», asegura su propietario.

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