lunes, 18 de julio de 2011

SAN JAVIER/ Que siga la perdición

Alexia Salas/ la Verdad
Todo en Lila Downs embriaga como el mezcal. Voz portentosa, chispa escénica, originalidad musical, compromiso social en su arte, esa capacidad festiva que forma parte de la filosofía de vida del mundo de habla hispana, y perdición, mucha perdición. La mexicana ofreció en San Javier uno de los más lindos conciertos del Festival, creó un ambiente cálido, ofreció espectáculo y cantó como una diosa, cómo pedir más. Musicalmente, parte con una ventaja abrumadora, y es que posee una voz privilegiada, repleta de registros y tonalidades, de manera que si corta el aliento con los agudos, resulta turbadora con unos graves que raspan el alma.
Encierra en su canto los gritos del desierto, el pavoroso ruido del cascabel envenenado, el dolor de la sangre derramada, del duelo con flores, de la molienda sudorosa y, sin intermitencias, del taconeo de los botos festivos después del trabajo, del alarido de la perdición. Comprime en su música toda una macedonia de épocas, la polifonía de voces de uno y otro lado de la frontera de Tijuana, los ecos del jazz y el blues estadounidenses junto a la herencia de los pueblos indígenas.
Un concierto suyo puede dar para un ensayo de Antropología, ciencia en la que Downs es licenciada por la Universidad de Minnesota. Entre sus más hermosas canciones, entonó 'Agua de rosas', dedicada a las curanderas mexicanas que conjuran contra la tristeza, 'Yo envidio el viento', de aroma bluesero, o la bellamente triste 'La Llorona', un son istmeño mexicano, representativo de la época revolucionaria mexicana sobre la una vieja leyenda de amor y muerte. La interpretación dramática de la letra y el grito final muestran la capacidad artística de Lila Downs, más allá de la canción. Lila se arrodilla, ruega al cielo en su trance de dolor. Preciosa melodía ha compuesto también para homenajear a las mujeres que muelen el maíz y para bramar contra la violencia. De los infiernos del dolor de su país, asciende a los ruedos de la fiesta para cantar al mezcal con una botella en ristre a la que dio un trago antes de «brindar con el pensamiento» y despertar al espíritu de la perdición. Algo parecido hizo con 'Los pollos', una diversión en apariencia simple, en cuya letra los ciudadanos se pueden ver fácilmente identificados: «Yo a los pollos les aviso, para que corran la voz, porque van a hacer un guiso de pollitos en arroz». Y qué decir de 'La cucaracha' a lo hip hop que se marcó: «En la misa y en la feria, todo el mundo ya lo sabe, los que llegan al gobierno porque se puede comprar. Del partido comunista ya no queda casi nada, ahora todos van buscando cómo hacerse millonadas...».
Emocionante cantando a los emigrantes, con destellos eléctricos de guitarra y saxo, poderosa con su manto blanco en 'Currucucú Paloma', 'Paloma negra' a la guitarra, o 'La Sandunga'. Rancheras, cumbias, boleros, corridos, una declaración de amor a México por una artista en plenitud de facultades.
Con desventaja jugó el pianista Niels Lan Doky en formación de trío para ofrecer un preludio de jazz de vena romántica, delicadeza en las melodías e interesantes diálogos del contrabajo y el precoz batería. Preceder a la arrolladora Lila Downs hizo que la versión con nombre propio de 'Summertime' o los bellos fraseos de 'Love ocean' se evaporaran como el humo de un cigarro que merecía más poso.

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